“Sería necesario leer cada mañana, antes de empezar el día, un par de páginas del diario de Paul Léautaud, a fin de afrontar la vida sin ninguna pretensión, ni énfasis, ni ilusión.”
- Julio Ramón Ribeyro.
Escritor.
«En primer lugar, leo a Léautaud porque es un poeta que canta los estados pedestres de la existencia. Precisamente, lo «trivial», lo modesto, cotidiano y recurrente encuentra en él a un vate sólido y poco romántico. Léautaud parece decirnos: ¡mirad, esto existe, todas estas cosas nimias rechazadas con desdén por los autores de primera categoría existen! Abro el libro de Léautaud para experimentar un escalofrío de vulgaridad, porque allí el caos del mundo se manifiesta en los dos extremos de la escala, tanto en la tragedia como en la trivialidad, en la fealdad.»
- Adam Zagajewski.
Poeta.
“Wordsworth y Léautaud me parecen necesarios, ambos, a un sano equilibrio intelectual.”
- Nicolás Gómez Dávila.
Escritor y filósofo.
“El poeta Robert Desnos ha dado una definición del erotismo, de la literatura obscena y de la obscenidad que se ajusta a Léautaud y su diario:
«Erotismo: Todo lo que se refiere al amor para evocarlo, provocarlo, expresarlo, satisfacerlo…»
«Obscenidad: Todo lo que contradice las costumbres, los prejuicios y el pudor en el amor.»
«Literatura obscena: literatura que contraviene al academicismo, en la expresión del amor, que describe los pensamientos y los gestos en sus relaciones con el amor.»
Hay que reconocerlo: Léautaud habría gustado a Robert Desnos.”
- Edith Silve.
Escritora.
“En la prosa de Léautaud está, completo, el camino de un hombre. Como podía esperarse, está lleno de trivialidades, de chismes y de fealdad. Pero, ah. ¡Ah, cuando ocurre! Uno reconoce la vida en ese tránsito monótono; y celebra, como en su propia vida, la aparición de un día soleado. Al lado de Léautaud la literatura parece una gélida sucesión de instantes escogidos… ahí están, indiscutibles, los grandes temas de un hombre frente a una mujer. El deseo, el miedo, la soledad. Y el olor.”
- Arcadi Espada.
Periodista.
«Él (Léautaud) rechazó toda forma de identificación: ni en el amor, ni en el teatro, ni en la política o la moral o la religión. En literatura dijo: lo que escribe uno y podría escribir otro, es cero. Léautaud prefiere en literatura la verdad o lo verosímil.
… El deseo de ser siempre verdadero, la ambición de crear «hechos, no palabras»; «No amo las frases, no amo más que los hechos», la idea implícita de una mortal separación entre ambos, parecen reminiscencias del romanticismo en Léautaud. Criticaba el romanticismo francés y la poesía que originara le parecía detestable».
- Armando Uribe.
Poeta y escritor.
“Mérito fundamental del estilo, el estilo de un Stendhal funerario, tan perfecto como para llegar a ser imperceptible y confundirse con un tono de conversación fluida e imparable. Apoyando la mano sobre esta prosa, nos parece sentir todavía el leve latido de los múltiples pulsos de la vida. Y es el máximo engaño en que este estilo consigue hacernos caer, porque oculta que la misma vida ha sido ahogada, por Léautaud, con una piedra al cuello”.
-Roberto Calasso.
Escritor y editor.